Por Julio E. Cortés. M.
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Johnson Torres, a sus 25 años, es un dirigente sindical de los corteros del Valle del Cauca. Tiene, en cierta forma, bajo la responsabilidad de su liderazgo, a unos diez mil trabajadores de la caña de azúcar, gremio que viene afrontando una dura batalla contra la explotación e injusticia que ejercen los dueños de los ingenios azucareros, así como otros sectores muy poderosos del país. La lucha de los corteros confronta los intereses del latifundio y los mega-proyectos asociados a los biocombustibles, impulsados tanto por una élite local como nacional.
Este joven de familia campesina nativa de Suárez Cauca, terminó el bachillerato y luego comenzó a cortar caña, pues ésta era casi su única opción. Su padre también trabajó como cortero durante 20 años. Para los jóvenes en Florida Valle, municipio donde se crió y creció, el panorama de la región no ofrece muchas alternativas laborales ni de estudio. Las pocas opciones para sobrevivir son ser cortero, prestar el servicio militar, o formar parte de uno de los grupos al margen de la ley.
Tales circunstancias se convirtieron en una importante motivación para estudiar la historia de su región y del país. Esta formación, así como sus propias vivencias le permitieron desarrollar un sentido crítico frente a la realidad y a los procesos sociales, políticos y culturales, especialmente a partir de la llegada de los ingenios azucareros. Por eso dice que “El valle del rio Cauca anteriormente era una gran despensa agrícola del país, habían muchos frutos, arroz, millo, cacao, y trabajo porque se necesitaba constante mano de obra”.
El primer ingenio azucarero (Manuelita) se instaló en el Valle del Cauca hacia los años 70. La maquinaria fue traída en barco desde Europa hasta Buenaventura. Allí la desembarcaron, y fue cargada por hombres a pie durante meses hasta que se estableció donde funciona actualmente. Aquellas tierras pertenecían a la comunidad afro descendiente, estaban distribuidas en parcelas de entre 5 y 10 hectáreas. La llegada de los ingenios implicó un proceso de desplazamiento de la población autóctona y de concentración de la tierra. “Por ejemplo la familia Caicedo González, masacró gente para quitar tierras a sus dueños, otros con amenazas y engaños fueron usurpando nuevos terrenos”, cuenta Johnson.
Como puede evidenciarse el desplazamiento tiene muchos factores comunes en las diferentes regiones del país y del mundo; una lucha a muerte por la tierra, el control de los recursos y de la riqueza, todo amparado bajo legislaciones y presiones de los mismos Estados. Como dijo el escritor uruguayo Eduardo Galeano, nuestra tragedia no está en la pobreza sino en la inmensa riqueza que poseemos. Por algo los territorios con mayores fuentes de riqueza son precisamente los más apabullados por la violencia. Aquí estamos, sin duda, ante una de las causas más fuertes del conflicto social y de su expresión más degradada, la confrontación armada.
Históricamente los corteros de caña han tenido una mala calidad de vida producto de la explotación abusiva de su mano de obra, por parte de los industriales y dueños de los ingenios azucareros. Exhaustivas jornadas de trabajo de hasta 16 horas bajo el sol o la lluvia, pésimos salarios, enfermedades generadas por las malas condiciones laborales, altos riesgos de accidentalidad, y hasta la muerte, son expresiones de ese abuso.
El sufrimiento acumulado por los trabajadores, condujo a la defensa de sus derechos, la organización, las movilizaciones y paros gracias a las cuales se obtuvieron conquistas significativas. “El primer paro fue el del 78, duró tres meses, asesinaron unos 25 corteros de caña. Sin embargo se lograron varias reivindicaciones. En cada ingenio se crearon sindicatos de base, nacieron Sintracauca y Sintracastilla, se ganaron las convenciones colectivas, se redujo la cantidad de horas de la jornada laboral, y lo que no cubría el seguro social lo asumía el ingenio”.
Posteriormente, surgen reformas “con las que algunos de los dirigentes sindicales terminaron acomodándose y vendiendo su fuero sindical. Se perdieron conquistas alcanzadas con el paro del 78”. Según Johnson los contratistas tenían tienda y los corteros tenían que comprarles todo a ellos, tenían que comprar los implementos de trabajo, el ingenio quemaba la caña y obligaban a la gente a meterse en un cañal recién quemado. “Hubo compañeros que murieron carbonizados; se inventaron algo que llamaron la materia extraña, es el barro y la hoja de la caña que nos empezaron a descontar al pesar la tonelada de caña”.
Como si fuera poco, los contratistas obligaron a los trabajadores a afiliarse a fondos privados como Horizonte, empresa donde Ardila Lule tenía acciones. No obstante los contratistas evadían el pago de la seguridad social. “Por eso tenemos compañeros que con 60 años no se han podido pensionar pues el contratista se robó los tiempos de cotización; si uno se enfermaba no tenía seguridad social, se robaban las incapacidades médicas pues no las pagaban”. Por estos motivos los corteros y sus familias han vivido en la pobreza, en los sitios más marginales, y en condiciones de hacinamiento y humillación.
En consecuencia, en el 2005, la organización sindical decidió entrar en huelga. Primero Incauca y luego el ingenio Castilla. Un grupo de corteros entre los que se encontraba Jhonson lideró este paro que duró seis días. “La gente no aguantaba más, paramos los ingenios que es donde les duele”. Se obtuvo que las peticiones fueran escuchadas y se lograron algunos beneficios como la eliminación de la “materia extraña”, un incremento en el precio de la tonelada de caña de azúcar que subió de $3.800 a 4.850, y mejoraron las condiciones del transporte. Igualmente, se suprimió el corte de caña caliente, se crearon planes de vivienda, y se comenzaron a pagar parafiscales. Nació Sinalcorteros.
Pero después del paro del 2005 los corteros quedaron relegados a una nueva figura legal, su estructura organizativa y las relaciones de contrato pasaron al sistema de cooperativas. Este nuevo modelo ocasionó a su vez otros problemas. “El mismo ingenio empezó a manejar la cooperativa y cada cortero debía sacar 5.5 toneladas de caña diarias para poder ser rentable, y ahora no se manejaban salarios sino compensaciones. La palabra salario se eliminó porque no nos acogió el código sustantivo del trabajo, quedamos regidos por el código civil”.
Con el cooperativismo los corteros ya no tenían patrones, pues, aparentemente, ellos mismos eran dueños de la empresa. “Los propios corteros se fueron creyendo el cuento que eran empresarios, dueños de las cooperativas, gerentes. El ingenio le echó toda la carga a la cooperativa. A veces nos tocaba sacar plata del salario para pagarle a la cooperativa, la deuda de la seguridad social se volvió un problema, las cooperativas eran absolutamente inviables pues no resultaban rentables. En últimas el ingenio se libró de toda responsabilidad, ese fue un gran error que cometimos”.
El trabajo de los corteros siguió realizándose bajo formas de explotación injustas y ocasionando graves problemas de salud, tales como el llamado “manguito rotador”, afectaciones de la columna vertebral, así como la intoxicación y dificultades respiratorias por inhalación de humo. Sumado a los múltiples accidentes en los cañaduzales por mordedura de ratón, de culebra, o picadura de alacrán. “No hay programas de prevención para los trabajadores y el corte de la caña está estipulado en el nivel 4 de riesgos profesionales y aquí nos tienen en el nivel 1, que es el de una secretaria. Es inexplicable que se haga esto, lo hacen para que la pensión de los trabajadores salga por el mínimo”. Estas son las injusticias y las incoherencias del sistema de salud de nuestro país.
En el 2008 los corteros emprenden un nuevo paro. Los industriales y funcionarios del gobierno nacional ya estaban alertados y decididos a no permitir la huelga. Decían que iban a reprimir a la gente de ser necesario. Johnson describe así aquellos sucesos: “El primer día de paro fue muy duro en Incauca. (El paro duró dos meses). Ese día comenzó a llegar la gente, pero el problema fue que el ejército hizo retenes en los alrededores de los ingenios y hubo gente que no pudo llegar a la concentración. En la mañana el ingenio ya estaba militarizado con unos 250 miembros del Esmad, y de la Fuerza Armada. El comandante del Esmad me dijo: la caña pasa, así sea por encima de ustedes. Yo le dije, esta es una protesta pacífica, pero simplemente tenga en cuenta que nosotros tenemos machetes”.
Pronto surgió lo esperado, el Esmad empezó a reprimir y a dispersar a los huelguistas desatándose una verdadera batalla campal. Machete, plomo y gases se apoderaron del ingenio y cañaduzales. A los pocos minutos ya habían varios heridos graves de ambos bandos: 18 corteros, y 12 policías del Esmad macheteados. Con este paro mucha gente del país se enteró y comprendió las razones de la protesta, varios sectores de la sociedad se solidarizaron con la justa causa de los corteros y apoyaron nuevas jornadas de movilización, incluso hasta Bogotá. De igual manera se afectaron las finanzas de los ingenios y de sectores poderosos de la región quienes sintieron el impacto del paro en una gran crisis económica, pues muchos negocios dependían del corte de la caña y quebraron.
Otros de los logros a resaltar con el paro del 2008 son el libre derecho de asociación, y la articulación del movimiento social de los corteros con los indígenas, estudiantes, trabajadores y campesinos de varias regiones del país, debido en parte, a la coyuntura y al papel de liderazgo de la Minga indígena. Todo esto probablemente tendrá una gran incidencia en que los corteros tengan mayor capacidad de influir en las decisiones que afecten su oficio y en general la calidad de vida de sus comunidades.
Actualmente los trabajadores de los ingenios de Castilla y Manuelita están en proceso de negociación. “Los ingenios aumentaron en un 20% sus ganancias en el 2009, y pese a esto los industriales se han negado a incrementar por encima del 3% el salario a los trabajadores. Sin olvidar que los dueños de los ingenios reciben jugosos subsidios por alcohol carburante para la producción de etanol, pero al mismo tiempo el ingenio Castilla vende el azúcar más cara del mundo. Es necesario revisar temas como el de los agro combustibles y la soberanía alimentaria, la economía del país no está creciendo, no hay empleo…”, denuncia este líder cortero.
Los corteros han tenido que estrechar lazos de trabajo y solidaridad con sectores políticos y de opinión que defienden sus luchas. Uno de los ejemplos más palpables tiene que ver con el Polo Democrático Alternativo (PDA). El Polo y algunos pocos representantes del Partido Liberal como Piedad Córdova estuvieron acompañando el paro, y vienen denunciando los atropellos e injusticias contra los trabajadores. “Cuando más los necesitábamos los senadores del Polo llegaron allá. Algún día tendremos que sacar un representante cortero de caña, esto se hace a través de la organización sindical, de lo contrario no hay forma”.
Luego de escuchar a este joven líder sindical ha quedado en evidencia que aún en pleno siglo XXI siguen imperando relaciones próximas a la esclavitud o a la servidumbre de tipo feudal que de ninguna manera corresponden siquiera a la modernidad que enuncian en su discurso las élites colombianas. No de otra manera se explica que cada conquista de los trabajadores y de los oprimidos cueste sacrificar vidas y derramar sangre. Pero finalmente se corrobora que en la historia de la humanidad ha sido la organización y la lucha las que abren camino a los cambios y las transformaciones sociales.
Referencias imágenes:
http://www.icesi.edu.co/blogs/casocalidadelquemanda/files/2008/08/cana11.jpg
http://www.censat.org/censat/imagenes/noticias/caniero_3_570.jpg
http://img263.imageshack.us/i/36dm6.png/
http://www.ccc.org.co/accion/100/img/b01.jpg